Pensamientos horizontales

A veces hace falta parar los pies de golpe para darse cuenta de la inercia que llevaban las cosas, y que la velocidad, aunque fuera mínima a veces produce una sensación de vértigo importante.

Por fin he entendido que esto no ha sido más que un reto que la vida ha decidido ponerme delante para que aprenda a quererme. No es que no lo hiciera en absoluto. Pero la sensación de entrega total al otro a veces tiene efectos secundarios.

Y uno se alía con la insoportable levedad de ser, ser para con los demás. Inconscientemente comienzas a regalar vida. Es un sentimiento muy satisfactorio. Pero cuando uno se olvida de sí mismo para refugiarse en el resto, ocurre a veces que se siente incapaz después de aguantarse tantas horas solo. Y echa de menos tener alguien a quien dar tantos segundos de disparates, y un abrazo por la noche, y ver que la vida es de color naranja intenso (nunca aguanté el rosa) y que los días pasan sin darte cuenta.

Ojalá volviesen sin darme cuenta esas sensaciones, al abrigo de las últimas horas de invierno.