Dáme paciencia... ¡pero ya!

-¿Irritabilidad?
-¿Nerviosismo?
-¿Excitabilidad?

Cansada, sí, estoy cansada, por no decir harta, que luego me hacen la rima tonta de Marta está Harta. Hace días que intento buscar el lado positivo de las pequeñas cosas de cada día (porque no me queda más a lo que ceñirme) e irremediablemente tengo que acabar pegando cojinazos para desahorgarme con la música a todo trapo.
Me quedé con el sabor metálico del último mordisco que me diste. Y como siempre me supo a poco. Hoy es de esos días que me siento líquida, esparcida por todas partes y a la vez con una ausencia marcada por dentro. Vertida, intoxicada de mi misma. Nublada la mente. El suelo está frío, me clava sus alfileritos en la espalda. Y el tiempo fluye tan despacio que aun parece ayer aunque han pasado varias horas... y sigo aquí tirada. Gota a gota me siento cada vez más vacía. Huele a tierra mojada... 





prefiero ser un alma disfuncional que un autómataAunque tenga más defectos que virtudes, o virtudes que defectos, no busco el equilibrio. Una imperfección perfecta. Me alegra saber que cada ser humano tiene un tendón de Aquiles. Mal de muchos consuelo de tontos, que se suele decir.


Quién me iba a decir que el destino era esto.
Ver la lluvia a través de letras invertidas,
un paredón con manchas que parecen prohombres,
el techo de los omnibús brillantes como peces
y esa melancolía que impregna las bocinas.
Aquí no hay cielo,
aquí no hay horizonte.
Hay una mesa grande para todos los brazos
y una silla que gira cuando quiero escaparme.
Otro día que se acaba y el destino era esto.
Es raro que uno tenga tiempo de verse triste:
Siempre suena una orden, un teléfono, un timbre,
y, claro, está prohibido llorar sobre los libros
porque no queda bien que la tinta se corra.


Lo siento, no estoy en venta ni soy propiedad de nadie. No tengo garantía, ni libro de instrucciones, ni cargador, ni botón de encendido-apagado... Tampoco tengo número de serie... Sólo un pequeño ombligo, que a veces me recuerda que de verdad existo y alguna vez estuve unida a alguien. Como el resto de los mortales...

Foto: Candeleda, Septiembre 05. En El Mirlo Blanco

Me desvelo en la ausencia de una coherencia incoercible tramitada por alguien con vestido gris a base de ires y venires de la vida, un tanto convexa de vez en cuando; corrupta cuando le place, o mas bien cuando le dejan. Vacía de sentido y esparramada en rumores que se quedan cortos al hablar de proyectos, infortunios y vicisitudes...
Con los bolsillos vacíos de todo y llenos de nada me disperso en esta cama que se queda inmensa mientras al resto del mundo no parece importarle en absoluto si mañana se levantarán con el pie izquierdo, que para el caso da lo mismo, puesto que solo tenemos dos y alguno hay que poner primero...
Abro un ojo despacito, luego el otro, y aun me quedan párpados para soñar con cinco minutitos más,... oh... son ya y veinte, y me queda por delante una ducha insípida y un buen rato de camino hacia esa realización personal inexistente... denominada trabajo vocacional...
Con ojeras humedecidas con el vapor del calor del catre y las arrugas de la sábana marcadas por dentro, desayuno un zumo de rutina y galletas de inquietudes e incluso un café solo sin taza. Y tristemente no sabe a nada... He perdido el gusto por los sabores auténticos, cargados de algo más que un café de máquina...
Inexpresividad matutina, agotamiento mental y cansancio personal.. Qué lejos queda la parada del bus cuando se ve el mundo eliminando los planos verticales y sólo queda el horizontal, y las ganas de tumbarte se desbordan a medida que das un paso más hacia ese pequeño desasosiego diario... Que tengas un buen día...
Foto: Octubre 2005, de vuelta de Asturias (La Montaña Magica)